4.11.05

El valor de un paseo

- Vente en el coche tu también y así llegamos antes para cenar y no tenemos que esperar a tanta gente.
- Sergio nos dijo que los que veníamos en coche nos íbamos en el autobús y los otros se volvían en el coche.
- Ya, pero es una tontería que la mayoría se vaya en autobús y la minoría esté en casa esperando para cenar.
- Pero no es justo maestro. Échalo a suertes por lo menos.
Tanta insistencia por coger el autobús me escamaba, daba cante que 3 de los 4 que se disponían a volver a casa en autobús, solitos, sin supervisión, fueran los más vivos.
- Venga, lo echamos a la piruja, 1-2-3-4-5...
- Ya!
- Y la piruja. Robe, te vienes en el coche.
Y Robe se fue en autobús. Aquello no fue un desafío a la autoridad ni una desobediencia. Fueron 5 minutos en los que perdí la sensatez y me pudo la suspicacia. 5 minutos en los que olvidé que, para una persona que se pasa el día encerrado en una casa, un paseo en autobús, solo, sin supervisión, es algo muy grato y que merece ser saboreado lentamente, como si comieras el último helado del verano (a mi eso no me afecta porque yo los como todo el año).
Y Robe se fue en autobús, con los demás, demostrando que el trabajo realizado da frutos, que se puede confiar en ellos, que todo ese afecto envuelto en una fina capa de rigidez con el que conviven va surtiendo efecto.
Y Robe se fue en autobús, con los demás, y llegaron a casa. Y el chiquitín se había fugado. Como en las películas, dejó la ducha abierta mientras sus 110kg y su 1.95m trepaban por una cornisa de apenas 20cm de ancho bajo la lluvia, llevándose el chaquetón de uno, los deportes de otro y alguna que otra gorra to potente que pilló de camino.
Y Robe se fue, enfadando, mientras buscaba el emepetré que le regaló su pápa y que tuvo que “conseguírselo” sin saber lo que era un emepetré y que le iba a costar la vida al chiquitín aunque se buscara la ruina.
Y por el pasillo una voz ronca llena de rabia contenida y tabaco barato va mascullando "no se puede confiar, es que no se puede confiar" mientras se dirige al patio, a fumarse el sigarrito del estré, un cigarrito que sabe a condena despues de un paseo.