24.2.06

El robagasolineras (a petición de K)


Hace algunos años, en Sevilla, sucedió un suceso de esos que solo suceden aquí. Si sucedió o no sucedió, o el orden con que sucedieron los hechos es cosa que solo los periódicos de la época podrán demostrar, a no ser que ellos también adolezcan de mala memoria como sucede a menudo. Y sucede que la anécdota llegó a mí cual sucedáneo de chocolate al término de la comida.
Resulta que un tipo llegó a la gasolinera que hay frente al Rectorado, sacó una pistola y pidió que le dieran el dinero. El de la gasolinera que nones y el tipo que siles. Así un rato hasta que el gasolinero enfadado se quita la riñonera y se la tira al suelo con desprecio. El pistolero recoge del suelo la riñonera (y supongo que el dinero de la caja) y pretende salir corriendo, pero es interceptado por el malhumorado miembro de la estación de repostaje. Lógicamente el tipo de la pistola, que se ve perseguido por un hombre de azul, utiliza el arma, que no era de fogueo, hiriendo en el abdomen al señor de la manguera (las pistolas hacen pupa y de valientes esta lleno el cementerio señores).
El caso es que el gasolinero nº2 lleno de ira por el daño producido a su compi, emprende la carrera en pos del ladrón de riñoneras que, viéndose acorralado por tanto hombre de azul, decide secuestrar un coche a punta de pistola. Así que para a un tipo encañonándolo y se monta en el asiento del pasajero en plan “tira palante” a lo que el señor del coche secuestrado le responde que no.
- ¿Qué no? Que tengo una pistola tio. Que te pego un tiro ipsofacto en lo que canta un triunfito.
- Ya ya, si veo la pistola, pero es que tienes que tener en cuenta que si mi coche estaba aquí parado es porque me he quedado sin gasolina, si te escapas en este coche vas a durar menos que un escupitajo en una sartén.
Y ahí estamos, con el tipo de la pistola desesperado, recapacitando y decidiendo que el conductor del coche en reserva tiene razón, que va a durar menos que un caramelo en la puerta de un colegio y los años en la carcel van a ser más indigestos que una paella de tuercas. Así que se baja del coche y para, a punta de pistola a otro coche, conducido esta vez por una señora que con los nervios casi se pasa de frenada y lo atropella.
La señora que no para de gritar, el pistolero que no para de decirle que se tranquilice coño, la señora que se pone más nerviosa y grita más, el pistolero que le pide más tranquilidad coño.
Total, que la señora recibe un ultimátum y consigue coordinar su cuerpo lo suficiente para meter una marcha, acelerar, frenar, acelerar, acelerar más, y demostrar tal dote de conducción suicida que tardaron segundos en empotrarse contra uno de los árboles de la avenida dejando el coche inutilizable y al robagasolineras con un golpe en la cabeza tal que la policia tuvo que darle un tranquilizante antes de llevárselo.
O algo así es lo que me parece recordar del recuerdo que me viene cuando me recuerdan que conozco la historia del robagasolineras que fracasó por no conocer el refrán “Tanto va el cántaro a la gasolinera que se compró un casette”.

2 Testigos:

Anonymous Anónimo echa sal en la herida...

Gracias guapo! ¿Eras tú el muchacho con temple y sin gasolina?

24/2/06 13:41  
Anonymous Anónimo echa sal en la herida...

ole ole

25/2/06 15:39  

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