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Ahora me dejo perilla de nuevo. El candado que llaman los cubanos. Según un aparentemente extraño razonamiento de un amigo, cuando tengo barba es que estoy pasando por un mal momento. Cualquiera que me viera salir de aquél zulo en el que estuve con Ortega Lara podrá corroborarlo. Según ese extraño y certero razonamiento, debería encontrarme en ese punto intermedio que separa la infelicidad de lo demás. Doy por sabido que todo aquello que no es infelicidad es felicidad. Pero en este caso, la perilla no tiene nada que ver con la tristeza. Aún no han inventado cuchillas que soporten mi felicidad constante, pero afeitarse cada día es una labor dura para un hematofóbico de piel sensible. Que alguien comience a calibrar nuevas teorías que relacionen cabellos y felicidad.
Gasol es muy feliz. Feliz día de los barbudos.