Otra historia con Pablo

A veces recuerdo cosas que me han pasado o de las que he hablado con Pablo que me dejan de buen humor. Ese bienestar es el responsable de que tanta gente lo conozca aunque nunca lo hayan visto.
Hace mucho tiempo, Pablo y yo fuimos a comprar ropa juntos. Después de algunas risas y muchas escaleras mecánicas ambos volvimos con los mismos boxers a casa. No es que nos guste parecer Zipi y Zape, sencillamente eran los menos horrendos de todos lo que estaban de oferta (el resto costaba más que unos pantalones). Desde de aquel día, en alguna acampada o fin de semana en común nos hemos descubierto muy a menudo con la misma ropa interior (pura casualidad) pero aquellos boxers originales han traído cola. Recuerdo por ejemplo que, saliendo a correr un día, no encontraba pantalones de deporte y salió con ellos alegando que parecían mallas de deporte. Le cogió el gusto y se pasó un buen tiempo saliendo a correr por la mañanita con aquellos calzoncillos negros con bordes butano.
De todo esto me enteré un día que, estando de visita, nos cruzamos con una sonriente vecina (que por supuesto le tiraba los tejos) cuyo comentario fue algo así como "Pablito, deja de correr en calzoncillos por la urbanización que van a pensar que eres un loco".
No hace falta que comente que la imagen de Pablo corriendo en calzoncillos por Málaga me produce una carcajada mental tan sonora que se vuelve corpórea (con lo cual a mi también me miran raro cada vez que me acuerdo)
No es que quiera hablar de Pablo from now on como si de un comecucarachas se tratara. Es que hoy me he descubierto corriendo con ellos. Después de tantos años les he cogido un cariño especial y me resisto a tirarlos.
Encima llevaba pantalones, eso sí.