piso

Me dan las llaves de mi nuevo piso. Me lo dan fuera del piso porque quizás no quepan las llaves dentro de él. Nos enteramos de que alguien alquilaba el piso por un amigo, no habían podido poner el cartel de "Se alquila" porque no cabía. Quizás con una venta sí podrían: "vendo piso". En minúscula quizás. La misma palabra piso es demasiado grande, así que imagina cómo metes la palabra "apartamento". En realidad es un apartamento abuhardillado, que quiere decir que para entrar en una de las partes hay que encogerse. Yo mucho menos, pero hay que encogerse. Pero sé de uno que no va a poder venir a verme ni a comprarse más zapatillas de Pistol Maravich.
Me voy del piso. Ya no volveré a encontrarme a mi vecino Eduardo Noriega. Una lástima, aunque a Lila le apena más que a mí. No volveré a cruzarme con la tipa que se cree importante porque es la representante de Aída de Gran Hermano. No volveré a ver a aquél actor de "La Casa de los Martinez", así que definitivamente no podré saber su nombre. Un tipo en el ascensor me dice:
-"tu vas al tercero ¿verdad?, izquierda, donde el cura".
Acertó el buen hombre. El cura es el dueño de mi piso.
-"Y ahí vivís las tres ¿verdad?"
-Si, las tres.
No sé porqué, pero todo el mundo habla de mí en femenino.
La realidad es que tengo más zapatos que Lila. Y posiblemente más bolsos. Puede que sea por eso. No tengo que decir que no cabrán todas las zapatillas en el nuevo piso. Puede que no quepan ni los nombres de todas. Para hablar de ellas me saldré a la terraza. Este invierno correré sobre la nieve. Ya empiezo a moverme un poco y sé que el último día del año lo pasaré corriendo con 10.000 personas más. Necesito mallas, chaquetas y gorro para correr. Y no sé dónde lo voy a meter.
Un piso pequeño, sí, pero se me ve contento.
Será que, cuanto más pequeño sea, más cerca estará.