mi entrada (movimiento tardío)
...Yo soy tan solo uno de los dos polos, de esta historia la mitad...
No está mal comenzar con una cita de nuestro querido y oscarizado primo Drexler. Da igual que la cita no tenga nada que ver con dos amigos y que la canción se titule Deseo. Esto de escribir diarios a veinte dedos, por muy cibernéticos que sean (los diarios, no los dedos), no sé muy bien cómo se organiza. En el hipotético caso de que alguien se decidiera a leer semejante tostón ¿conseguiría distinguir mis palabras de las tuyas? ¿debería escribir con un tipo de fuente distinto? ¿negrita? ¿morita quizás? ¿debería alguien ignorante de quién somos poder diferenciar nuestros estilos?¿sería interesante que nos confundieran?¿cómo afectaría eso a nuestros egos? Eso y mucho más en el próximo capítulo de las aventuras del dúo dinámico.
Está bien, está bien. Llega el momento de olvidar tu plural mayestático, su graciosa majestad. Siento enormemente interrumpir ese flujo verbal en el que todo el mundo (o sea, tu) estaba de acuerdo. Ya sé que sólo soy cuatro de las ocho letras, pero debía al menos incluir algo más de mí que esos cuatro signos. También debo intentar contrarrestar el momento winniecooper de las otras cuatro letras (querido francés de la garderie, ya hacemos el tonto en público). Llegará el momento de hacer números, de comprobar que nos conocemos desde hace doce años, que en ese tiempo has inventado todo lo que ya estaba inventado y has descubierto cientos de grandes estrellas. Y que algunas de ellas incluso ganan oscars.
Veo que este blog está fechado en Sevilla, así que mi parte podría ser algo así como aquellas cartas que el tío matt el viajero escribía a los fraguel. Un gaditano en Madrid que escribe en un weblog de un sevillano. Porque llevo más de un año en Madrid (que es más de lo que muchos madrileños han aguantado aquí). Más de un año en Madrid y la pregunta sigue siendo la misma. La pregunta de cada persona que, con gran perspicacia y una notable capacidad de identificar acentos, percibe que no soy de madriz. Tras decirles un par de veces que no soy colombiano ni venezolano ¿qué tiene que ver mi acento con el de alguien de allí? me suelen preguntar directamente de dónde soy, o como dicen ellos ¿de dónde eres?. Mi frustración va en aumento porque nadie en Madrid piensa que soy moro. Ya sabéis, toda la vida dejándome barba, poniéndome gorritos, aprendiendo cuatro cosas en árabe, amarronándome la piel, defendiendo lo indefendible...y ahora resulta que nadie por estos lares piensa que soy moro. Todos piensan que soy sudaca. También piensan que soy gay, así que de geografía no andan bien en Madrid. Luego llega el momento de responder la pregunta con un original: “soy de cádiz”. La conversación continúa con un igualmente original ¿y qué hace un tipo de cádiz aquí?. Todo el mundo sabe que en Madrid no hay playa (por la canción) pero nadie parece saber que en Cádiz no hay trabajo (no estaría mal hacer una canción). Cádiz debe estar de moda porque todo el mundo me habla de aquello como si vivieran allí. De hecho, viendo los precios de los pisos en la capital, la mayoría vive más cerca de Cádiz que de Madrid. Pero vienen cada día a trabajar. Todo el mundo conoce Cádiz. Todo el mundo te dice que pasó diez días en Caños, que hizo levante (aunque suelen llamarlo aire), que se ligó a una rubia alemana (siempre he pensado que la rubia alemana es siempre la misma), que bebió mucho, que fumó mucho y que Cádiz es aluchinante. Al hablar de Cádiz se produce una transmutación que coloca a los músculos propios de la foniatría entre la playa y el levante, lo que provoca que cualquiera que haya pasado más de diez minutos en Cádiz ya trate de hablar como alguien de allí. Pero allí sólo se han cruzado con el tipo que le vendía bebedizos y fumadizos y con la inevitable rubia alemana. Digamos que la muestra es poco representativa.
A mí se me nota demasiado que llevo poco tiempo en Madrid. Aún saludo a la gente y voy andando a los sitios. Aquí si andas por la calle la gente te mira mal. Cuando alguien habla de zonas verdes no se refiere a árboles y césped sino a unos lugares en los que puedes aparcar a cambio de darle de comer unas monedillas al parkímetro. Luego están las zonas azules, los puntos negros, los semáforos rojos y la nieve blanca. Pero yo sigo siendo naranja.
No está mal comenzar con una cita de nuestro querido y oscarizado primo Drexler. Da igual que la cita no tenga nada que ver con dos amigos y que la canción se titule Deseo. Esto de escribir diarios a veinte dedos, por muy cibernéticos que sean (los diarios, no los dedos), no sé muy bien cómo se organiza. En el hipotético caso de que alguien se decidiera a leer semejante tostón ¿conseguiría distinguir mis palabras de las tuyas? ¿debería escribir con un tipo de fuente distinto? ¿negrita? ¿morita quizás? ¿debería alguien ignorante de quién somos poder diferenciar nuestros estilos?¿sería interesante que nos confundieran?¿cómo afectaría eso a nuestros egos? Eso y mucho más en el próximo capítulo de las aventuras del dúo dinámico.
Está bien, está bien. Llega el momento de olvidar tu plural mayestático, su graciosa majestad. Siento enormemente interrumpir ese flujo verbal en el que todo el mundo (o sea, tu) estaba de acuerdo. Ya sé que sólo soy cuatro de las ocho letras, pero debía al menos incluir algo más de mí que esos cuatro signos. También debo intentar contrarrestar el momento winniecooper de las otras cuatro letras (querido francés de la garderie, ya hacemos el tonto en público). Llegará el momento de hacer números, de comprobar que nos conocemos desde hace doce años, que en ese tiempo has inventado todo lo que ya estaba inventado y has descubierto cientos de grandes estrellas. Y que algunas de ellas incluso ganan oscars.
Veo que este blog está fechado en Sevilla, así que mi parte podría ser algo así como aquellas cartas que el tío matt el viajero escribía a los fraguel. Un gaditano en Madrid que escribe en un weblog de un sevillano. Porque llevo más de un año en Madrid (que es más de lo que muchos madrileños han aguantado aquí). Más de un año en Madrid y la pregunta sigue siendo la misma. La pregunta de cada persona que, con gran perspicacia y una notable capacidad de identificar acentos, percibe que no soy de madriz. Tras decirles un par de veces que no soy colombiano ni venezolano ¿qué tiene que ver mi acento con el de alguien de allí? me suelen preguntar directamente de dónde soy, o como dicen ellos ¿de dónde eres?. Mi frustración va en aumento porque nadie en Madrid piensa que soy moro. Ya sabéis, toda la vida dejándome barba, poniéndome gorritos, aprendiendo cuatro cosas en árabe, amarronándome la piel, defendiendo lo indefendible...y ahora resulta que nadie por estos lares piensa que soy moro. Todos piensan que soy sudaca. También piensan que soy gay, así que de geografía no andan bien en Madrid. Luego llega el momento de responder la pregunta con un original: “soy de cádiz”. La conversación continúa con un igualmente original ¿y qué hace un tipo de cádiz aquí?. Todo el mundo sabe que en Madrid no hay playa (por la canción) pero nadie parece saber que en Cádiz no hay trabajo (no estaría mal hacer una canción). Cádiz debe estar de moda porque todo el mundo me habla de aquello como si vivieran allí. De hecho, viendo los precios de los pisos en la capital, la mayoría vive más cerca de Cádiz que de Madrid. Pero vienen cada día a trabajar. Todo el mundo conoce Cádiz. Todo el mundo te dice que pasó diez días en Caños, que hizo levante (aunque suelen llamarlo aire), que se ligó a una rubia alemana (siempre he pensado que la rubia alemana es siempre la misma), que bebió mucho, que fumó mucho y que Cádiz es aluchinante. Al hablar de Cádiz se produce una transmutación que coloca a los músculos propios de la foniatría entre la playa y el levante, lo que provoca que cualquiera que haya pasado más de diez minutos en Cádiz ya trate de hablar como alguien de allí. Pero allí sólo se han cruzado con el tipo que le vendía bebedizos y fumadizos y con la inevitable rubia alemana. Digamos que la muestra es poco representativa.
A mí se me nota demasiado que llevo poco tiempo en Madrid. Aún saludo a la gente y voy andando a los sitios. Aquí si andas por la calle la gente te mira mal. Cuando alguien habla de zonas verdes no se refiere a árboles y césped sino a unos lugares en los que puedes aparcar a cambio de darle de comer unas monedillas al parkímetro. Luego están las zonas azules, los puntos negros, los semáforos rojos y la nieve blanca. Pero yo sigo siendo naranja.
1 Testigos:
-Me niego a pensar que estas puesto en temas inmobiliarios porque buscas asentarte allí “I want a range life if a could sattle down...” como diría aquel (Pavement?)
-Nunca me habían descrito con tanto cariño, nunca me habían descrito (al menos cara a cara y sin acritud.)
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